Cuando se examina al microscopio una gota de agua procedente de una charca corrompida o de una infusión de heno, se observa gran cantidad de unos pequeños seres microscópicos, más o menos móviles, que en el siglo XVII fueron llamados animálculos (= «pequeños animales») y en el XIX microbios (= «vida corta»). Si se hace hervir el agua antes de examinarla, se comprueba que algunos de estos seres microscópicos desaparecen, muertos mucho antes de la ebullición, mientras que otros siguen pululando y, en ciertos casos, resisten la ebullición (esta distinción fue hecha en el siglo XVIII, por Spallanzani. Más tarde se descubrió que los «microbios» muy sensibles al calor eran seres vivos de una sola célula (unicelulares), de naturaleza animal (protozoos) o vegetal (protofitos). Como ejemplo de protozoos se pueden citar las amebas y los infusorios; como ejemplo de protofitos, los tipos de algas y de hongos unicelulares, como las levaduras y ciertos mohos.
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